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DE LA VIDA

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Yo siempre veía la vida como una línea continua, inalterable, en la que uno se proyectaba en los años de forma inmutable. Hace un par años se inició una pandemia, jamás se me habría ocurrido que pudiera pasar algo así, y pasó. A mí me gusta tener el control sobre todo lo que me rodea, quizás a mucha gente también, me desespera tener que depender de otra persona o de una acción que está fuera de mis manos, pero lamentablemente eso es imposible. De repente te encuentras con la muerte de un ser querido (humano o no humano), una enfermedad catastrófica, un accidente, la perdida de tu empleo, una separación, tu negocio se va a la quiebra, y otras situaciones desastrosas que jamás viste venir. Buda decía “Nada es permanente, solo el cambio” y el cambio cuesta, por mucho que te digan “tienes que cambiar”, “tienes que hacer un cambio en tu vida” y todas esas frases de aliento que se suelen decir cuando te ven afectado. Pero hay dos lugares de donde cuesta salir: la zona de confort y la zona de incomodidad (esa la aprendí hace poco). En la primera, tienes todo resuelto, no te tienes que mover mucho, tienes una rutina diaria, te mantienes ahí, no vas ni para adelante ni para atrás, es un espacio seguro, es conocido, y nos aferramos a lo que conocemos, porque aquello que desconocemos nos genera en cierta medida, miedo. La segunda es muy parecida, pero tiene un componente de dolor al que uno se acostumbra, sabes que estas mal ahí, sufres, pero te aguantas, porque al igual que la primera es un lugar conocido, y salir de ahí implica un riesgo. Cuando no sabemos que va a pasar, por lo general nos asustamos. Es muy común desde el budismo hasta el mindfulness que te digan mantente en el presente, no puedes cambiar lo que ya pasó (Como dice una famosa canción de Oasis) y tampoco puedes saber lo que ocurrirá en el futuro, así que quédate en el hoy. El problema es que la mente no funciona así, suele ir al pasado y al futuro constantemente. Es imposible no sentir nostalgia por personas que no están, lugares que marcaron tu infancia, traumas y complejos y heridas que no sanan, así como tampoco dejar de pensar en el futuro, porque uno suele tener proyectos, objetivos y anhelos que cumplir que algunas veces se cumplen y otras veces, no. Es como la famosa frase de Lennon: “La vida es aquello que te va sucediendo, mientras estás ocupado haciendo otros planes. Y lo que a veces a mi se me olvida, es que el tiempo va pasando, no se detiene, no espera, ya no se es joven, aunque uno mentalmente como que se lo cree, hasta que empiezan los achaques, las enfermedades y hay que empezar a ir más seguido al hospital. Claramente uno ya no es “tan” joven. Y empiezan también las crisis existenciales: las generaciones anteriores entraban a una empresa y estaban toda su vida ahí. La nuestra, no, se va replanteando las cosas con los años: “Estoy haciendo lo que quiero”, “Esta es la vida que quiero”, “Me puedo reinventar”, y el mundo te abre muchas posibilidades, pero mientras más posibilidad, más difícil elegir. En la época del feudalismo, los jóvenes nacían en una aldea, tenían a sus amigos, hacían el trabajo que les correspondía, se casaban con quien les impusieran. No había nada que cuestionar. Con la revolución industrial y la migración del campo a la ciudad, esos jóvenes se encontraron con un mundo enorme, muy distinto a su aldea, se les abrían otras posibilidades, podían realizar elecciones, y obviamente la vida se les complejizo. Y en la actualidad, vivimos en un mundo que te dice que no existen los límites, que puedes hacer lo que tu quieras, pero entre tantas alternativas te paralizas, porque quizás te interesen muchas, pero solo puedes elegir una, y eso dependiendo de tus opciones, que por lo demás no son ilimitadas. Jorge Drexler tiene una canción que se llama “La vida es más compleja de lo que parece”, es como una montaña rusa, a veces estas arriba, en otras bajas, te caes, te levantas, empiezas de abajo y puede que termines siempre abajo. No hay receta, no hay atajo, a unos les va bien, a otros les va mal, unos ganan y otros pierden, unos se quedan en lo seguro y otros arriesgan, hay exitosos y fracasados, ganadores y perdedores. Dicen que todos somos distintos, que en cada uno hay algo rescatable, pero a mi eso me parece más un consuelo, un conformismo disfrazado, un placebo para aquellos que las cosas no les resultan, fallan o suelen sentirse miserables. En esta cultura de la positividad, hay que entender que no sentirse bien, es parte de la vida.

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